La tradición del Halloween, aunque involucraba a los niños, en su origen no tenía connotaciones positivas, porque se enfocaba en el miedo a la muerte y a los seres de ultratumba.
Aun así, era una noche de diversión y juegos infantiles en el vecindario. Pero hoy día abarca todo tipo de público y el terror se ha ampliado.
Halloween, ¿de dónde procede?
El Halloween tiene su origen en Irlanda, hace más de 3.000 años. Se celebraba en el solsticio de otoño, el 31 de octubre, cuando terminaba la temporada de cosechas. Existía la creencia de que en esa fecha la línea de separación entre vivos y muertos se estrechaba, facilitando el tránsito entre ambos mundos.
Se creía que, para espantar a los malos espíritus, se debían poner máscaras y celebraban banquetes en las tumbas de los antepasados. Utilizaban velas encendidas en las ventanas para guiar a los difuntos hacia su camino de regreso.
Con el tiempo, la Iglesia católica quiso asimilar esta fiesta pagana a sus creencias religiosas, trasladando el día de los difuntos, del 13 de mayo al 1 de noviembre.
En el siglo XIX llegó a los EEUU, como parte de las tradiciones de los inmigrantes irlandeses. Allí se arraigó, y gracias a las películas de Hollywood adquirió gran popularidad en el mundo anglosajón.
En ese tiempo, la costumbre consistía en que, en la noche del 31 de octubre, los niños salían disfrazados, y con un farol en la mano iban de casa en casa pidiendo dulces, al grito de “trato o truco, trato o truco”, significando que debían darles dulces y si no, les harían travesuras. Después se extendió por todo el mundo occidental.
El Halloween se fue transformando
La fiesta de Halloween se convirtió en una especie de abrebocas hacia las fiestas navideñas, aunque los fundamentos de ambas celebraciones son totalmente opuestos. Sin embargo, compartían el hecho de estar dirigidas a los niños.
Durante años, el 31 de octubre los padres se ocupaban de improvisar todo tipo de disfraces, mientras en los antejardines se colocaban calabazas talladas como caras, con luces en su interior. Los chicos, haciendo gran alboroto, recorrían el vecindario, pidiendo dulces mientras sus padres los vigilaban desde cierta distancia. Pero ahora gritaban ‘triqui triqui Halloween quiero dulces para mi…”
Los vecinos se encontraban preparados con golosinas que debían alcanzar para todos los niños que llegaran. De este modo, las familias del barrio se integraban de una u otra forma al festejo infantil.
En ese entonces, solo los fabricantes de dulces veían en este día la oportunidad de incrementar sus ventas. Pero rápidamente, otros muchos vieron oportunidades de negocio.
Primero comenzaron los vendedores de disfraces. Naturalmente, la competencia entre los niños obligó a los padres a comprarlos, con la ganancia de que ya no tenían que improvisarlos e la casa.
Pero fueron surgiendo una gran cantidad de artículos que parecían ser imprescindibles en esa fecha. Además, llegaron las películas de terror que centraron la festividad exclusivamente en el tema del inframundo.
El siguiente paso fue la inclusión de los adolescentes en los disfraces y después, de los adultos. Ya con esto se cerró el círculo, y la celebración que tenía un carácter infantil cambió para siempre.
Ahora es raro ver las bandadas de niños disfrazados en las calles pidiendo dulces. Más bien, muy acicalados con disfraces que cambian cada temporada según la moda, los padres los exhiben temprano en los centros comerciales.
Más tarde, esos padres se van a las fiestas de disfraces para adultos, y regresan a la madrugada, después de una noche en la que la tradición de lo que originó todo esto, ya a nadie importa.
Se perdió la tradición
Como vemos, el comercio ayudó a transformar la festividad y acomodó las tradiciones a la necesidad del lucro.
Todo esto se propicia por una sociedad cada día más despreocupada, con un afán inmediatista, sacrificando las relaciones familiares a favor de una diversión adulta. Son los adultos quienes desean la fiesta. ¿y, los niños? Tal vez viendo una película de terror que no los dejará dormir esa noche.
Las calles son recorridas por centenares de fantasmas, brujas, zombis, payasos asesinos y toda clase de monstruos surgidos del inframundo. Ya ninguno de esos entes pide dulces, porque son adultos que solo quieren divertirse, en muchos casos sin ser reconocidos.
La glorificación del inframundo
Desafortunadamente todos estos cambios han llevado a la pérdida de las creencias tradicionales. Halloween opacó la Fiesta de Todos los Santos o de difuntos que se celebra al día siguiente, el 1 de noviembre. En esta se exalta el valor de la vida, recordando a quienes nos precedieron, y valorando el hecho de estar vivos.
Halloween en la actualidad se enfoca en la glorificación de la muerte desde su sentido más oscuro, enseñando solo el aspecto negativo de ese lado del mundo. Se engrandece todo aquello que repugna, como insectos subterráneos, demonios y seres malvados, y se ignora lo bello.
Por ejemplo, un niño disfrazado de ángel o de algún personaje positivo desentona, porque entre más aterrador parezca el disfraz, mayor éxito tendrá quien lo ostente.
¿Se puede enseñar valores con el Halloween?
Inevitablemente, las festividades de Halloween ya forman parte de nuestra cultura contemporánea. Lo ideal sería abolir esta celebración y crear otra de connotaciones positivas. Pero, por desgracia ya está muy arraigada en la sociedad y no la podemos ignorar.
Como parte del proceso de declive moral y de valores actual, los adultos han dejado de ser referentes de madurez para los niños y, por el contrario, se esfuerzan en imitar a los más adolescentes. Incluso, son estos quienes dictan el curso de las modas y de la entretención.
Los adultos se han apropiado del Halloween que anteriormente era para niños. Entonces, los pequeños tienen que asistir al espectáculo de los adultos disfrazados de sus superhéroes o de brujas, sin poder comprender tal comportamiento.
Los padres deben reflexionar
Es a los padres a quienes corresponde tomar las riendas para recuperar el significado de esta celebración y cederla a los niños, como era originalmente. Ante todo, deben entender que se trata de una oportunidad perfecta para compartir con ellos en familia y para crear experiencias positivas.
Por esto, aquí ofrecemos algunas sugerencias que podrían inspirar ingeniosas formas de celebrar esta fiesta infantil rodeada del misterio del pasado.
- Lo primero que debemos cuestionar es si el hecho de pedir dulces a cambio de no hacer alguna picardía, puede considerarse algo que los niños deban experimentar. A cambio de esto se les podría estimular para compartir golosinas con los vecinos, revertiendo el mensaje negativo por un valor de generosidad y desprendimiento.
- Fomentemos la imaginación, induciéndolos a crear sus disfraces. Se les puede dejar al alcance de la mano una serie de materiales como telas, pinturas, papeles y cartones de colores y otros elementos que los entusiasmen para sus creaciones. También pueden crear elementos decorativos.
- Se les puede enseñar modelos de sus personajes favoritos para que busquen la forma de imitar sus prendas. La participación activa de los padres hará de esta actividad, ya de por sí, una fiesta.
- Si a lo anterior se añade la concurrencia de los amigos del vecindario, ya se puede estar pensando en una verdadera fiesta de Halloween, para los niños. Esto fomentará la amistad y la socialización, alejados de los teléfonos celulares.
- Se pueden organizar juegos en los que cada niño represente su personaje, alejándolos del miedo y el terror que se asocian normalmente al Halloween.
Halloween no tiene que ser la fiesta del terror
La tradición cinematográfica ha transmitido la idea de que esta fecha tiene que estar relacionada con la muerte, el terror y personajes siniestros. Pero esto no tiene por qué ser así. Tales tradiciones han sido impuestas por quienes desean sacar provecho de nuestros más básicos instintos.
Es necesario ser activo para contrarrestar estas ideas en la cabeza de los niños. Enseñarles que hay que respetar la muerte porque es un proceso normal de la vida, y que no es para nada negativa. Por el contrario, es una buena oportunidad de enseñarles el valor de la vida, de compartir con la familia, y respetar la memoria de los antepasados que nos precedieron.
Son los padres quienes deben ser conscientes y encauzar el sentido de esta celebración hacia algo bueno y estético, en vez de permitirles llenarse de temores e ideas irracionales que los lleva a ver un mundo hostil y desamparado.
Escrito por Carlos Morales G. para VCSradio.net
Locución, Ignacio Lo Bello
Foto de portada: Envato
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