13:20 minutos de lectura. La Sonata Claro de Luna es una de las obras inmortales de Beethoven. Pero poco sabemos sobre lo que significó en la vida del compositor esta pequeña pieza musical.
Sonata Claro de Luna, Producto del Amor y la Tragedia de Beethoven
La composición conocida como Sonata Claro de Luna fue escrita por Ludwig Van Beethoven en 1801 y estrenada en 1802. Se trata de una de las más grandes obras del célebre compositor, pero detrás de ella hay una historia de amor y de tragedia en su vida.
Origen de una obra maestra
El nombre original de esta obra es “Sonata para piano n.º 14 en do sostenido menor «Quasi una fantasia», Op. 27, n.º 2”. Fue años después de la muerte de Beethoven, en 1836, cuando el poeta y crítico musical Ludwig Rellstab mencionó que esta sonata evocaba el reflejo de la luz de la luna en el lago Lucerna. A partir de entonces, la obra se conoció oficialmente como “Sonata Claro de Luna”.
Pero parece ser que fue la ópera Don Giovanni, de Mozart, la primera fuente de inspiración para esta obra. Es conocida la gran admiración que profesaba Beethoven al músico de Salzburgo, en quien apreciaba su genialidad creativa.
Para la representación de Don Giovanni en la ciudad de Bonn, Beethoven hizo parte de la orquesta. Entusiasmado por esta obra, tomó algunas ideas, las cuales aplicó más tarde en su sonata. Es claro cómo, en el primer movimiento, Adagio sostenuto, se rememora la melodía de Don Giovanni cuando es conducido al infierno.
Lo anterior explica el aire sombrío que se percibe en este primer movimiento, acompasado como una oración murmurada casi en silencio.
El amor como fuente de inspiración
Aunque está claro que Don Giovanni tuvo influencia en el nacimiento de la Sonata Claro de Luna, muy seguramente fue la joven condesa Giulietta Guicciardi la inspiración final de esta hermosa obra.
En la primera edición de la Sonata de 1802, en la presentación de la obra, se puede leer la dedicatoria “a la señorita condesa Giulietta Guicciardi”.
La mencionada señorita era la hija del conde Guicciardi, pariente de los Brunswick, amigos de Beethoven. A través de ellos, hacia 1800 el músico se convirtió en profesor de la joven de 17 años, cuyo padre deseaba que tuviera una formación musical.
Beethoven, entonces de 30 años de edad, se negó a cobrar honorarios, y en el proceso de enseñanza, pronto surgió mucho más que una amistad entre maestro y alumna.
El amor, siempre esquivo para el genio
De esta época quedarían algunas cartas a su amada, en las que podemos apreciar el aspecto más humano del genio. Atrapado entre un amor sincero e intenso y la imposibilidad de llevarlo a feliz término por la diferencia social que los separaba, podemos ver su alma atormentada ante este dilema.
Esto lo podemos apreciar en la correspondencia que mantenía con su amigo Wegeler, en la que expresaba sus sentimientos ante el amor que estaba viviendo. Entre otras cosas, le decía:
“Ahora vivo más feliz. No podrás nunca figurarte la vida tan sola y triste que he pasado en estos últimos tiempos… Este cambio es obra de una cariñosa, de una mágica niña que me quiere y a quien yo amo… Al cabo de dos años he vuelto a disfrutar de nuevo algunos instantes de felicidad y por primera vez creo que el matrimonio podría hacerme feliz, pero desgraciadamente no es ella de mi posición y no puedo pensar en casarme”.
Como era de esperarse, la familia de Giulietta se opuso a esta relación y tal vez para evitar que las cosas pudieran llegar más lejos, su padre le arregló un matrimonio con el conde Wenzel Robert von Gallenberg. Era este conde un músico aficionado bastante mediocre, que también había sido alumno de Beethoven.
En 1802, poco tiempo después de publicada la Sonata, se produjo el rompimiento de la relación de Ludwig y Giulietta. Esto dejó devastado al músico, en el momento en que se acercaba a la sordera total, la mayor fuente de su tragedia personal.
Beethoven bajo la sombra del silencio total
Por estos mismos años, el compositor ya venía siendo aquejado por la pérdida paulatina de la audición, que lo atormentaría durante el resto de su vida. De hecho, la Sonata Claro de Luna fue compuesta en el período de transición hacia la sordera; lo cual se vería reflejado en un cambio en su estilo de composición.
En el verano 1802, después del rompimiento con Giulietta, se trasladó a Heiligenstadt, pequeña provincia cerca de Viena, por recomendación de su amigo y médico, el Dr. Schmidt. Allí esperaba tranquilizar su espíritu y, en cierta forma, aliviarse del sufrimiento que le suponía su creciente sordera.
Este breve lapso le sirve para reflexionar, y es entonces cuando escribe su “Testamento de Heiligenstadt”. En él expresa todo su tormento por el problema auditivo que ya siente irreversible, así como el sentido de injusticia que esto significa para él como compositor. Aunque llega a expresar el deseo de dejar la vida, afortunadamente encuentra en la música el motivo para continuar con su existencia.
En dicho testamento trata de expresar cómo su hosquedad y carácter irritable y misántropo se deben realmente al temor que le inspira enfrentar socialmente su limitación auditiva. Esto lo hace profundamente desdichado, pues entiende que los demás lo ven como un ser marginado.
Pero, como decíamos, Beethoven entiende que debe seguir adelante, y puede decirse que la Sonata Claro de Luna es el punto de inflexión en su obra creativa. A partir de entonces, se puede apreciar la fuerza de expresión de sus composiciones.
Una obra fuera de lo común
Desde el momento de su publicación, Claro de Luna se convirtió en una de las obras más célebres de Beethoven. Los elogios eran tan continuos y permanentes, que, en cierto momento, exasperado por tanta alabanza, le dice a su amigo, el compositor Carl Czerny: “Siempre están hablando de la Sonata en Do menor. Estoy seguro de que he escrito cosas mejores”.
No discutiremos esto, pero lo cierto es que esta obra no está compuesta de la manera tradicional de rápido, lento y rápido. La Sonata comienza con un Adagio lento, sigue con un Allegretto lento y termina con un Presto Agitato fuerte.
El primer movimiento, “Adagio sostenuto”, es muy suave y triste. Carl Czerny, decía sobre él que representaba “una noche con sonidos sombríos que venían de un lugar lejano”. El destacado intérprete Daniel Barenboim dice que “es una especie de ritmo de marcha fúnebre”. Definitivamente, es sombríamente hermoso.
El segundo movimiento “Allegretto”, refleja una sensación de serenidad. Es una especie de minueto muy sencillo y breve, que sirve como puente entre los otros dos movimientos. El compositor Franz Liszt lo consideraba “una flor entre dos abismos”.
El tercer movimiento, “Presto agitato” es completamente tempestuoso. Las notas, rápidas y muy poderosas, muestran emociones intensas. Es como una tormenta que se aproxima, con breves instantes de calma. Se trata de una pieza de gran dificultad interpretativa, muy contrastada con los otros dos movimientos.
Finalmente, podemos afirmar que la Sonata Claro de Luna es una de las composiciones más importantes de Beethoven, no solo por su calidad musical y su fuerza narrativa. Representa, además de todo esto, el fuerte deseo del artista por continuar su obra creativa, en contra de todas las adversidades que se presentan en el camino.
A partir de entonces, sus trabajos mostrarán ese carácter profundo que nos conduce hacia mundos no conocidos hasta ese momento en la música, y que culminará con la apoteosis del cuarto movimiento de la Novena Sinfonía.
Escrito por Carlos Morales para VCSradio.net
Fondo musical: Sonata Claro de Luna – Daniel Barenboim, piano
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