6 minutos. El hecho de que los latinoamericanos aprecian más lo extranjero que lo propio, refleja la baja autoestima de nuestro continente.
En Latinoamérica se observa un fenómeno que parece exclusivo de este continente: la preferencia de lo extranjero sobre lo nacional. Pero, ¿a qué se debe esto?
Hace pocos días apareció un artículo en BBC español sobre el “malinchismo” en México, término que se define en ese país como la llamada enfermedad social de sentirse inferiores a los extranjeros. El término “malinchismo” se deriva de la Malinche, indígena que fue amante de Hernán Cortés, y a quien se le considera traidora a su raza.
Esta enfermedad social se enfoca en la creencia inconsciente de que, especialmente los europeos o norteamericanos blancos hacen mejor las cosas y por algún motivo inconsciente, damos por sentado que ellos son superiores.
Según el reportaje, este fenómeno es típicamente mexicano y poco visto en el resto del continente. Afirma que, en Colombia y Argentina no se encuentra muy presente.
Al respecto nos permitimos disentir un poco, porque son precisamente estos dos países los abanderados en este tema, aunque también consideramos que en los demás países latinoamericanos está presente de diversas formas.
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Sin ir más lejos, recordemos que en julio pasado, durante la visita del presidente español Pedro Sánchez a Buenos Aires, su homólogo argentino Alberto Fernández quiso congraciarse con el europeo, diciendo la frase que se volvió viral y se sintió ofensiva en Latinoamérica:
“Los mexicanos salieron de los indios, los brasileros salieron de la selva, pero nosotros, los argentinos, llegamos de los barcos. Y eran barcos que venían de Europa”.
Pero más allá de la ofensa, la frase refleja ese afán de sentirse europeos, a pesar de los miles de kilómetros que los separan del continente. Eso es querer negar su procedencia, volver la espalda a sus iguales, mostrarse arrogantes para ser aceptados por aquellos que siempre nos verán como “subdesarrollados”.
Al respecto el escritor argentino Jorge Luis Borges lo ilustró muy claro cuando contó que durante la conferencia de un ilustre europeo, los periodistas le preguntaron: “¿Cómo nos ven en su país a los argentinos?”. Esto muestra ese afán de ser vistos con distinción por parte de esos europeos.
El caso de Colombia es aún más notorio. Igual como el articulo describe a los mexicanos, el colombiano alaba a los blancos que traen los dólares o los euros. Se siente orgulloso de ser un excelente anfitrión de los extranjeros. A veces se llega al extremo de considerar que los argentinos son como europeos, y, por lo tanto, de mejor origen. Muchos colombianos viajan a Europa esperando casarse con alguien de Alemania o Gran Bretaña, para “mejorar la raza”. Y, por supuesto, también les preocupa cómo ven a los colombianos en el exterior.
La pregunta del millón es, ¿por qué esta actitud tan extraña? En Asia o África hay países mucho más pobres que los nuestros, pero ellos no parecen sufrir esta enfermedad. Puede ser que en parte se deba a una herencia de derrota dejada durante la época colonial por los españoles. Pero, ¿por qué EEUU no heredó eso de Inglaterra?
Si vemos la historia, lo lógico hubiera sido que cientos de barcos españoles hubieran llegado a costas peruanas o mexicanas para derrotar a los poderosos imperios inca o azteca. Pero no fue así. Un puñado de soldados se tomaron estos territorios y en pocos años impusieron su cultura y su religión. Esto ha producido un resentimiento que aún vive, y se acompaña de frustración y derrota. Quedamos sin raíces, y no nos consideramos indígenas, pero tampoco europeos.
Es posible que de ahí venga ese complejo de inferioridad de raza o “malinchismo”. Es como si aún no pudiéramos cerrar las cicatrices de esa antigua derrota. Todavía mostramos nuestro temor al matón del barrio.
Lo grave es que este temor repercute en nuestra percepción como ciudadanos del mundo. No nos atrevemos a innovar, porque las mejores cosas ya las fabrican en Europa, o Japón. Mientras Europa se une para avanzar, a pesar de tener diferentes idiomas, los latinos compartiendo el mismo idioma y la misma historia, nunca hemos podido hacer un bloque continental.
Todo esto nos lleva a la conclusión de que, ese complejo de inferioridad ante el extranjero no solo forma parte de nuestro atraso, sino que lo fomenta y se convierte en un obstáculo para avanzar solos. Después de 500 años, todavía nos consideramos, como infantes dependientes de la voluntad de los mayores. Es decir, de esos blancos europeos a quienes aún vemos con admiración, así como los antiguos pobladores americanos miraban a los blancos barbudos vestidos con armaduras de hierro.
Entonces, hay que buscar una cura.
La mejor forma de vacunarnos contra esta terrible enfermedad es adquiriendo una identidad propia. Aceptar que somos multiétnicos, con un bagaje cultural autóctono y diferente, con talentos iguales a los grandes del resto del mundo. Son ejemplo de ello los escritores García Márquez, Vargas llosa, Octavio paz, julio Cortázar, el director de orquesta sinfónica Gustavo Dudamel, y el artista Fernando Botero, entre muchos otros.
También es necesario levantar la voz para hacernos valer como latinoamericanos. Tomar la iniciativa de ser líderes al emprender cosas grandes, pues la capacidad existe. Solo necesitamos creer en nosotros mismos.
Cuando estemos en el exterior, qué bueno sería asumir nuestra nacionalidad con orgullo y no querer ocultarla como si se tratara de algo vergonzoso.
Los latinoamericanos que han sobresalido en el mundo necesariamente han creído en sí mismos, sin complejos ante los extranjeros. Así que, es tarea de cada latino hacer el propósito de auto valorarse, pues si nosotros mismos no lo hacemos, nadie lo hará.
Editorial VCSradio.net
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