Hablar de ‘progresismo’ es estar a la moda, y sobre todo los jóvenes lo defienden muy vehementemente. Pero, ¿en verdad el progresismo representa progreso y avance y social, o será que ‘los progres’ se han adueñado de la connotación positiva de esta etiqueta para legitimarse?
Inicialmente, el término ‘progresismo’ significaba lo opuesto a lo ‘retrogrado’, pero cambió su connotación cuando los marxistas se adueñaron de esta palabra para presentarse como una opción constructiva, tras los fracasados intentos por ser una alternativa social. O sea que cambiaron de piel con el ingrediente más poderoso: el relativismo moral y cultural, el cual no es sino un movimiento de reingeniería social para crear un nuevo tipo de persona, útil a sus fines comunistas.
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De hecho, este relativismo moral y cultural es lo que ha impactado más negativamente a la sociedad.
El relativismo enseña a no creer en nada establecido. Conceptos como la vida, la moral, el sexo, los valores y la muerte son relativos pues dependen de las circunstancias; son una ‘construcción social’. Aspectos como el asesinato, el aborto y la eutanasia no son buenas ni malas porque dependen del motivo.
Con el relativismo se borran las verdades objetivas y absolutas, pues se afirma que es el entorno, el sentimiento, el deseo y las emociones de la persona lo que las define como buenas o malas.
El progresista aprendió a cuestionar y trivializar todo, odia las verdades irrefutables, razón por la cual lucha contra las religiones, la familia y los valores tradicionales. No soporta la crítica, considera que quienes no piensan como él, son reaccionarios, y merecedores del rechazo total, y si se trata de temas políticos o sociales, la solución es: tomarse las calles y ser violentos con el establecimiento
A la luz de estas premisas, los derechos humanos cambian el sentido, y se retraen para dar paso a otros derechos que los contradicen. Por ejemplo, el derecho a la vida es reemplazado por el derecho a la salud sexual y reproductiva; en forma natural se elimina al primero.
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Al mismo tiempo, la filosofía relativista del progresismo no permite aceptar los valores trascendentales, ni las firmes convicciones. El valor que incentiva es el del bienestar, y repele principios como la lealtad y el compromiso. Estas características crean personas superficiales, sin convicciones, ni escrúpulos. Viven en forma frívola, sin tomar nada en serio porque no pueden creer en nada.
A continuación, dejo una descripción del ex presidente francés, Nicolás Sarkozy, acerca de los intelectuales progresistas, publicada en el diario El Mundo de España:
“Hoy hemos derrotado la frivolidad y la hipocresía de muchos intelectuales progresistas. De esos que el pensamiento único es el del que todo lo saben y que condenan la política mientras la practican. .. Nos impusieron el relativismo: la idea de que todo es igual, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, que el alumno vale tanto como el maestro, que no hay que poner notas para no traumatizar a los malos estudiantes. Nos hicieron creer que la víctima cuenta menos que el delincuente. Que la autoridad estaba muerta, que las buenas maneras habían terminado, que no había nada sagrado, nada admirable. El eslogan era vivir sin obligaciones y gozar sin trabas. Quisieron terminar con la escuela de excelencia y de civismo. Una izquierda hipócrita que permitía indemnizaciones millonarias a los grandes directivos y el triunfo del depredador sobre el emprendedor. Esa izquierda está en la política, en los medios de comunicación, en la economía. Le ha tomado el gusto al poder. Dejaron sin capacidad a las fuerzas del orden y crearon una frase: se ha abierto una fosa entre la policía y la juventud. Los vándalos son buenos y la policía es mala. Como si la sociedad fuera siempre culpable y el delincuente el inocente. Defienden los servicios públicos, pero jamás usan transporte colectivo. Aman mucho la escuela pública, pero mandan a sus hijos a colegios privados. Firman peticiones cuando se expulsa a algún invasor, pero no aceptan que se instalen en su casa. Son esos que han renunciado al mérito y al esfuerzo y que atizan el odio a la familia, a la sociedad y la república. Hoy debemos volver a los antiguos valores del respeto, de la educación, de la cultura y de las obligaciones antes que los derechos”.
El relativismo, ha polarizado el mundo entre quienes creen que hay principios morales absolutos, y quienes creen que todo es relativo y cambiante. De hecho, esto último es parte del objetivo de la izquierda para debilitar la estructura de la sociedad y diseminar su influencia
Sin embargo, aún se puede enfrentar este proyecto dañino a través de la familia, que es la fuente de transmisión de valores. También el papel de las religiones es vital para contrarrestar las ideas ateas. No se puede permitir pasivamente que lo que se construyó en miles de años de civilización, se vaya a la basura por la nefasta influencia del progresismo relativista.
Editorial VCSradio