El poder de la fe
Hace muchos años, un buque porta-contenedores estaba cruzando el Océano Atlántico y un chico negro de servicio cayó accidentalmente en las agitadas aguas del océano.
Gritó pidiendo ayuda en el fuerte viento y las implacables olas, pero nadie le oyó. Vio como el barco se alejaba cada vez más de él.
La voluntad de sobrevivir le permitió al joven nadar en el agua fría, y utilizó todas sus fuerzas para mover sus delgados brazos, tratando de mantener la cabeza fuera del agua, con los ojos bien abiertos y mirando fijamente la dirección del barco.
El barco se alejó cada vez más hasta que se convirtió en una mancha en el horizonte. Finalmente, todo lo que quedaba era el vasto océano.
Las fuerzas del joven se estaban agotando y sentía que realmente no podía seguir nadando. Estaba listo para hundirse. “Ríndete”, se dijo a sí mismo.
En ese momento, recordó la cara amable y los ojos amigables del viejo capitán. “¡No, el capitán vendrá a rescatarme cuando descubra que me he caído al agua!”
Con ese pensamiento, continuó nadando con su último aliento.
El capitán finalmente se dio cuenta de que el joven había desaparecido del barco, y cuando llegó a la conclusión de que había caído al océano, ordenó que el barco diera la vuelta.
El primer oficial trató de disuadir al capitán de ese curso de acción diciendo: “Ha pasado un tiempo. Si el océano no se lo tragó, seguro que los tiburones sí lo hicieron“. El capitán dudó por un momento y decidió volver.
Otro dijo: “¿Vale la pena por un niño negro?” En respuesta, el capitán le gritó a su primer oficial: “¡Silencio!”
Finalmente, el barco llegó y rescató al niño en el momento en que estaba a punto de ahogarse.
Cuando este recuperó la conciencia, se arrodilló para agradecer al capitán por haberle salvado la vida. El capitán lo levantó y le preguntó:
– “Hijo mío, ¿cómo has aguantado tanto tiempo?”
El joven respondió:
– “¡Sabía que vendrías a salvarme!”
– “Pero… ¿cómo sabías con certeza que iba a venir a salvarte?” preguntó el capitán.
– “¡Porque sé que eres esa clase de persona!” respondió el muchacho.
Al oír eso, el capitán de pelo gris se arrodilló delante del chico con lágrimas en las mejillas:
“¡Hijo mío, yo no te salvé, pero tú me salvaste a mí! Me avergüenzo de mi momento de vacilación“.
Felicidad es cuando alguien puede confiar en ti. Cuando se está desesperado, el hecho de que los otros piensen en ti y crean que traerás ayuda es aún más especial.
Esa confianza en ti es la fortuna que acumulas y depositas en la cuenta de otra persona.
La oportunidad de tener éxito y la felicidad en la confianza de los demás son tuyas para que las guardes, porque cuando haya una necesidad, otros te enviarán la felicidad y la riqueza a ti.
Fuente: Visiontimes.com
Narración: Edgar Montañéz
Imágen de portada: Carlos Morales G.
¿Quiere encontrar más cuentos y narraciones como “El Poder de la Fe”, que le dejarán siempre alguna enseñanza? Visite nuestra sección Fábulas Tradicionales en VCSradio.net